. DERECHOS HUMANOS .
Un artículo de Equal Times (Este artículo se publica bajo una licencia internacional Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0.)
Más de 476 millones de personas en todo el mundo (el 6,2% de la Humanidad) pertenecen a pueblos originarios indígenas, casi siempre en convivencia con las sociedades que colonizaron sus antiguas tierras hace cientos de años. En pleno siglo XXI, tras un largo camino en el que no siempre pudieron sobrevivir a la opresión colonial sin perder su identidad, su lengua o parte de su cultura, los pueblos indígenas han conseguido importantes avances en distintas regiones del planeta, pero siguen afrontando desafíos, como la discriminación y la falta de oportunidades, que les pone muy difícil alcanzar una integración laboral justa. Cuatro de cada cinco trabajadores de pueblos originarios se gana la vida en empleos informales, y buena parte del resto lo hace en sectores muy precarizados, expuestos por lo general a todo tipo de abusos y carentes de protecciones sociales.
Coincidiendo con el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, marcado por la ONU en 1982, y con el llamamiento que la CSI hace a los Gobiernos de todo el mundo para que firmen la Convención de los pueblos Indígenas y Tribales (C169) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) –que pese a haberse lanzado en 1989 solo ha sido ratificada por 24 países – Equal Times entrevistó a tres líderes sindicales de origen indígena de tres continentes para dar un reflejo más cercano de la situación.
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Líderes sindicales maoríes, sami y mapuches hablan con Equal Times. De izquierda a derecha: Laures Park (Nueva Zelanda), David Acuña (Chile) y Sissel Skoghaug (Noruega). (Equal Times/Composición de Fátima Donaire)
Desde América nos habla David Acuña Millahueique, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores de Chile (CUT Chile), la principal agrupación sindical de su país. Acuña, que hace un año se convirtió en el primer dirigente de ascendencia mapuche en encabezar la multisindical, está volcado ahora mismo en el histórico proceso de crear una nueva Constitución para Chile, donde la CUT trabaja para blindar la libertad sindical y el trabajo decente como derechos fundamentales garantizados, en un país cuya carta magna actual, vigente desde la dictadura militar (1973-1990), no contempla todavía los derechos laborales. Desde Europa se suma Sissel Skoghaug, vicepresidenta, desde hace una década, de la Confederación de Sindicatos de Noruega (LO), y representante del pueblo sami (también conocido como lapón), la antigua etnia nómada del Ártico que es el único pueblo indígena que aún queda en el continente. Y desde Oceanía hablamos con Laures Park, que ostenta el cargo de Matua Takawaenga (“mediadora principal”, en maorí) del sindicato docente neozelandés NZEI Te Riu Roa donde no solo se encarga de ser el enlace principal para todo lo que tenga que ver con el pueblo nativo del país insular, sino que en la práctica es la líder sindical suplente cuando la secretaria nacional está ausente, lo que también es una conquista simbólica para los maorí.
¿Cuál es la situación actual de los pueblos originarios de las Primeras Naciones en su país, en lo que se refiere a integración o discriminación social y laboral?
LAURES PARK (L.P.): En Nueva Zelanda sigue existiendo discriminación. Hay muchos motivos de preocupación, pero también mucha integración. Depende de las condiciones socioeconómicas y geográficas. Los maoríes, que representan alrededor del 12% de la población nacional, tienden a ocupar los puestos de trabajo peor pagados que exigen gran intensidad de mano de obra. Suelen ser limpiadores, basureros y jardineros, ese tipo de trabajos. Y sí, también hay muchos maoríes que se trasladan a la ciudad y consiguen empleos en la administración pública, pero es necesario desplazarse para conseguir ese tipo de trabajo. En cuanto a la pobreza, probablemente sea muy alta para los pueblos indígenas de Nueva Zelanda, y esto se debe al escaso acceso a la educación en el lugar donde viven, así como a la falta de empleo.
SISSEL SKOGHAUG (S.S.): Se han cometido muchas injusticias contra el pueblo sami. Las autoridades casi consiguieron arrebatar a todo un pueblo su identidad y su lengua. De acuerdo con las conclusiones recientes de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, esta situación también se aplica al pueblo kven y a los finlandeses del bosque. [Sin embargo,] especialmente en Noruega y partes de Suecia, la cultura sami ha experimentado un renacimiento muy fuerte en las últimas cuatro décadas. La juventud, y también bastantes personas de mi generación, están recuperando el patrimonio que se perdió hace dos o tres generaciones.
DAVID ACUÑA MILLAHUEIQUE (D.A.M.): La situación laboral de las personas de origen indígena viene de la integración forzosa de la sociedad indígena en una sociedad dominante de los colonizadores. Ha habido etapas incluso de esclavitud antes de llegar a la situación que tenemos ahora, que implicó trabajar en una primera época en actividades de renta muy básica: jornaleros, aprendices de carpintería, albañiles, panaderos. Muchos de los que migraban del campo a la ciudad trabajaban en este tipo de oficios, mientras las mujeres indígenas, en su mayoría, eran empleadas domésticas y de cuidados. En la actualidad un importante porcentaje de las nuevas generaciones ha logrado acceder a niveles de educación formal, así que pasamos del trabajador que antiguamente no sabía leer ni escribir al que hoy puede tener una alfabetización, lo que permite mínimos grados de movilidad social en algunos casos.
¿Y el reconocimiento y el respeto de la cultura, la lengua y los derechos de las Primeras Naciones y su integración en el entorno laboral?
S.S.: Actualmente, en Noruega tenemos el parlamento sami (Samediggi), creado en 1989. Es el órgano representativo del pueblo sami en el país, y promueve iniciativas políticas y tiene autoridad en una serie de cuestiones. Al mismo tiempo, la principal lengua sami es también lengua oficial en Noruega. Se ha conseguido mucho más desde la época en que la asimilación y la discriminación estaban a la orden del día.
L.P.: En Nueva Zelanda se va de un extremo al otro. Hay todo un sector de la población que ni siquiera está al tanto de la situación o no le importa, porque los maoríes no tienen nada que ver con su vida. No obstante, también existe otra parte de la población que está aprendiendo la lengua y participando en las costumbres, y se implican mucho en todo lo que ocurre en el sistema educativo [que cuenta con varias escuelas seleccionadas en las que se enseña la lengua maorí a todos por igual desde la primera infancia].
Existe toda una generación de maoríes que solo habla maorí, y sus familias solo hablan maorí cuando salen fuera de casa, lo que puede causar cierta tensión con otras personas, principalmente con la población blanca. Pero por otro lado, cuando estamos en el centro de la ciudad, otras personas están encantadas de oír hablar maorí en la comunidad. Así que varía. Hay personas que lo ven como: “¡Oh!, están intentando ocultarnos algo”, y otras personas que piensan que es simplemente encantador oírlo. Asimismo, tenemos un canal de televisión maorí, y el número de no maoríes que lo ven es simplemente increíble. Así que, como comento, [la situación] varía.
D.A.M.: En Chile el proceso de integración indígena ha quedado fuertemente marcado por la discriminación social y también, muchas veces, laboral y racial, que generó pérdidas culturales irreparables, como la de la práctica de nuestra propia lengua madre, especialmente a partir de la tercera generación [de personas mapuche que se instalaron en las ciudades, a mediados del siglo XX]. Fuimos migrantes en nuestra propia tierra, porque tuvimos que ir a las ciudades más desarrolladas, y con estos procesos de migración e integración fuimos perdiendo desde el lenguaje hasta nuestras mismas costumbres.
Y es que las primeras generaciones de migrantes indígenas debieron asimilarse a una nueva forma de vida, y claro, había que comportarse “a la chilena”, y uno acababa “medio chilenizado”, muchas veces tratando de ocultar o disimular la ascendencia mapuche, y eso fue calando y calando, hasta el punto de evitar hasta usar nuestro propio lenguaje y nuestras costumbres, todo por tratar de adoptar las características de una sociedad que no era la nuestra, para irnos adaptando. Solo a partir de una cuarta descendencia, a la que pertenezco, es que se ha empezado a constatar un paulatino proceso de autoidentificación con el origen. De hecho, en los últimos cinco o seis años se ha venido dando también una reivindicación de la propia bandera mapuche, que se hizo visible en 2019 con el estallido social, durante el que uno de los símbolos más populares y más visibles en las protestas fue la enseña mapuche. Casi hubo un boom comercial, de tan bien que se vendía de pronto la bandera mapuche. Aquello mostró que se estaba reconociendo una identidad que teníamos perdida hasta entonces.
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Indigenous peoples, Are they the true guardians of nature?
¿Ha ratificado su país el Convenio sobre Pueblos Indígenas y Tribales (C169) de la OIT, de 1989? ¿Cómo afecta esta ratificación a la vida actual de las Primeras Naciones en el país? ¿Qué importancia tiene el C169 para su pueblo?
S.S.: En 1990, Noruega fue el primer país en ratificar el Convenio 169 de la OIT. Me enorgullece el papel desempeñado por LO Noruega para hacer realidad el Convenio 169 de la OIT, y para que se concretara primero en nuestro propio país. A la par de la Constitución y la Ley sami, el Convenio 169 de la OIT es uno de los pilares centrales de la política sami noruega. El Convenio 169 de la OIT es un monumento al espíritu colectivo de cooperación que caracterizó a Noruega a principios de la década de 1990. Este espíritu colectivo también llevó a la población mayoritaria a superar un duro periodo de desempleo y agitación financiera y política.
L.P.: En Nueva Zelanda el Gobierno no lo ha ratificado, y su explicación es que nuestras nuevas leyes tienen que cumplir muchas otras leyes anteriores antes de ratificarlo, lo cual no cambia la situación para nosotros. Si queremos plantear una cuestión, seguiremos utilizando el C169 y este sigue teniendo peso. En cierto modo, [el hecho de que Nueva Zelanda no haya ratificado el C169] probablemente apoye nuestra argumentación.
D.A.M.: Chile sí la ratificó en 2008. Con ello, el Estado de Chile asumió una política de Estado de reconocimiento de los pueblos originarios, y se comprometió a establecer políticas de reconocimiento y respeto hacia esta parte de la sociedad. Cuando se generan políticas nacionales que puedan afectar a las condiciones sociales, culturales, políticas y ambientales en que se desenvuelven las comunidades indígenas, eso lo terminamos siempre en una consulta. Hasta ahora nos hemos quedado en eso, pero es un logro importante, porque es una herramienta para que las comunidades indígenas puedan tener voz dentro de lo que les va a impactar directamente, y eso es algo que no teníamos antes.
¿Por qué se afilió a un sindicato, qué dificultades encontró en su entorno laboral y en los propios sindicatos, solo por ser originario de los pueblos indígenas?
L.P.: Me afilié cuando era profesora. Hace muchos años, hablábamos de cómo animar a los maoríes a interesarse por los sindicatos. Fue entonces cuando se hizo mucho más relevante para mí. Y desde entonces, es lo que nos motiva: asegurarnos de que los sindicatos trabajen para los maoríes.
Tenemos un dicho, que proviene de un tipuna [antepasado] muy antiguo: “Solo hay un ojo de la aguja por el que deben pasar todos los hilos: el blanco, el rojo, el negro”. Para nuestro sindicato, en realidad este es exactamente el sentimiento que creemos que la gente debería asumir, porque solo uniéndonos y yendo en la misma dirección podemos hacer que todo funcione. De lo contrario, estaremos tirando los unos contra los otros.
D.A.M.: Yo trabajo desde los 17 años; tuve que asumir la manutención de mi familia desde muy joven y siempre estuve muy ligado al trabajo. Cuando estaba conociendo el mundo sindical, un día llegó un sindicato a buscar delegados al supermercado donde yo trabajaba, y había dos compañeros que se presentaron como delegados. Se podían elegir tres, y estos tipos no tenían una conciencia de clase, uno podría decir que no eran muy pro-trabajadores, sino que eran más pro-administrador, eran muy cercanos a la empresa. Entonces yo dije, “no, si nosotros queremos pelear por derechos laborales, necesitamos tener acuerdos con la empresa, pero también desacuerdos y también luchar por los derechos en que nosotros creemos”. Fue un momento, una decisión, de decir: “o sigo viendo cómo todo sigue igual, o genero algún tipo de cambio”, y yo opté por generar un cambio, con los sacrificios que también implica eso.
Dada la posición de liderazgo que ha alcanzado en su organización, ¿qué simboliza para usted y la lucha continua por los derechos de los pueblos indígenas?
D.A.M.: Es un orgullo para mí y para mi familia. Mi primer Primero de Mayo como presidente fue un hito personal para mí. Ese día hice un reconocimiento de mi identidad, dije: “soy un trabajador del comercio, soy mapuche y vengo de una comunidad indígena en el Lleulleu, en la región de Los Ríos”. Más que como un dirigente sindical yo me veo como un trabajador, y también reconozco hoy día fuertemente mi legado histórico: que mi madre fue una migrante del sur de Chile hacia la capital, y que perdimos la lengua, perdimos parte de la cultura, pero no perdimos la vinculación al territorio. Reconocer esto para mí es muy importante, porque me siento orgulloso de representar hoy día en este cargo a un pueblo tan combativo como lo fue y es el pueblo mapuche en su reivindicación territorial –que hasta el día de hoy sigue latente–.
S.S: En los últimos años he descubierto que mi propia familia perdió la mayor parte de nuestra identidad sami y kven, incluida la lengua, como consecuencia de las muchas décadas de política de norueguización. Pero estamos recuperando nuestro patrimonio, con mi hija y mi hijo por delante con estudios de lengua y mucho más. En mis apariciones públicas, estoy muy orgullosa de llevar el gakti (traje tradicional sami), que me he hecho confeccionar recientemente. Siento que este proceso en sí mismo es una victoria sobre la injusticia que se cometió.
¿Cómo pueden los sindicatos ayudar mejor a los pueblos de las Primeras Naciones a alcanzar una integración real en el mundo laboral?
D.A.M.: Con solidaridad y respeto. El respeto a la identidad, a las creencias, pero también la solidaridad, la inclusión dentro de los espacios de trabajo.
S.S.: Estudiaremos qué podemos hacer en LO Noruega para ayudar a combatir el racismo, como lo hemos hecho en el lugar de trabajo. Hasta ahora, en el mundo laboral, LO Noruega ha sido un firme defensor de la legislación contra la discriminación vigente en Noruega. Gracias al sindicato, hoy en día los empleados y los solicitantes de empleo disfrutan de igualdad de oportunidades, independientemente de su etnia, religión, sexo o responsabilidades como cuidadores. Todos los empleadores noruegos están obligados a trabajar activamente, de forma selectiva y sistemática, para promover la igualdad y prevenir la discriminación en el lugar de trabajo, según la Ley de Igualdad y Antidiscriminación. Este deber de acción del empleador es una labor preventiva que se espera que los empleadores realicen antes de que se produzcan incidentes de discriminación.
L.P.: Los sindicatos podrían cambiar internamente y emplear a más personas originarias de los pueblos indígenas en sus organizaciones. Y no deberían tener miedo de promover esta perspectiva entre los afiliados; de momento es más bien una fachada. Pero todos pertenecemos a este país, así que todos deberíamos hacer lo mismo en todos los ámbitos, no solo dejar a la gente la opción de ser inclusiva o simplemente decir, y lo digo crudamente: “Váyanse por ahí a entretenerse con su juguetito mientras nosotros seguimos haciendo el verdadero trabajo aquí”. Los sindicatos tienen que ser más inclusivos y promocionar más a las Primeras Naciones, para que no estemos allí solo para cantar canciones y hacer la oración de apertura.
¿Cómo pueden contribuir los pueblos de las Primeras Naciones, con su sensibilidad, cultura y experiencias particulares, a los actuales debates mundiales sobre la transición justa, la justicia social, los derechos laborales y humanos y la salud democrática de nuestras sociedades?
D.A.M.: En Chile los pueblos originarios parten de una cultura reivindicativa que reclama muchos derechos que les fueron usurpados: el derecho a la tierra es una de sus principales demandas, pero también están las culturas ancestrales, en especial la medicina ancestral, que hoy día ya forma parte del ingreso de la cultura mapuche a la sociedad de una forma que antes era impensable, porque ha habido, desde hace 15 o 20 años, una ruptura cultural que ha permitido reemerger la cultura de los pueblos originarios. Hoy día casi todas las comunas tienen su ruca mapuche, [es decir] un centro ceremonial para la gastronomía, la cultura y la medicina tradicional, de manera que, más allá de una bandera y de una tradición combativa, lo que también está apareciendo es una cultura ancestral que habla de solidaridad, de inclusión y participación, de respeto a los mayores y al propio cuerpo.
S.S.: Creo que tenemos que volver a ese espíritu de cooperación que caracterizó a Noruega a principios de los años noventa. Vivimos de nuevo una época de crisis y hay muchas cuestiones en peligro. La polarización que vemos tanto en el mundo como en nuestra parte del mundo da cabida a fuerzas que no desean el bien ni a las minorías, ni a las mayorías ni a las democracias. Los derechos conquistados no se mantendrán automáticamente para siempre. La lucha nunca termina. Lo sabemos muy bien en el movimiento sindical.
L.P.: Cuando pienso en la transición justa, y en particular también en el cambio climático, creo que los pueblos indígenas o los pueblos de las Primeras Naciones tienen mucho que ofrecer. Pero los poderes fácticos no se acercan a preguntar. Por ejemplo, cuando se piensa en las zonas que ahora sufren sequía y falta de agua y demás, los pueblos indígenas de Australia han vivido así durante años. Entonces, ¿cómo es que la gente no habla con ellos? Sobre, por ejemplo, ¿cómo sobreviven en esas situaciones? ¿Y qué es lo que aportan a esos debates? Hay formas de actuar de manera inteligente, sostenible, que los pueblos indígenas siempre han puesto en práctica, y seguirán haciéndolo. Hay un montón de esos conocimientos que las Primeras Naciones poseen y que probablemente solo utilizan por considerarlo cuestiones de sentido común de la vida cotidiana que siempre han aplicado. Si alguien se molestara en investigar o hablar sobre ello, creo que las Primeras Naciones tienen mucho que ofrecer, pero, en primer lugar: ¿tienen voz? Y en segundo: ¿escuchan los demás lo que tienen que decir?