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Resumen ejecutivo de Oportunidades de paz y escenarios de riesgo para 2017, publicado por Escola de Cultura de Pau
Oportunidades de paz:
Colombia: La inclusión de la perspectiva de género en el acuerdo de paz alcanzado entre el Gobierno y las FARC representa una oportunidad única para avanzar en la construcción de una paz sostenible e inclusiva en Colombia, con la participación de las mujeres y la población LGTBI como actores claves en la implementación del acuerdo.
Filipinas (NDF): La reanudación en 2016 de las conversaciones de paz entre el Gobierno y el National Democratic Front (NDF), movimiento político que representa a la guerrilla comunista New People’s Army (NPA), y la voluntad de ambas partes de firmar un acuerdo de paz para mediados de 2017 es una oportunidad histórica para poner fin a uno de los conflictos más longevos de todo el mundo.
Myanmar: El Gobierno birmano está ante la mejor oportunidad de las últimas décadas para negociar un acuerdo de paz que ponga fin a un conflicto que dura casi setenta años. La legitimidad popular y democrática del nuevo Gobierno es el principal activo, ya que cuenta con un amplio respaldo nacional e internacional. No obstante, se deberán superar numerosos obstáculos para lograr que el proceso sea verdaderamente inclusivo.
Georgia: La reanudación, tras cuatro años de parálisis de uno de los mecanismos del proceso de paz, el Mecanismo de Prevención y Respuesta a Incidentes en torno a Abjasia y, por otra parte, la institucionalización de las consultas entre representantes georgianos involucrados en el proceso negociador formal y organizaciones locales de mujeres, suponen avances para la construcción de confianza multinivel, pese a los obstáculos políticos de las negociaciones formales.
Armas nucleares: El respaldo de más un centenar de estados a la celebración de negociaciones en 2017 para lograr un tratado de prohibición de las armas nucleares, unido al creciente enfoque humanitario del tema y la presión de la sociedad civil internacional, abre una oportunidad histórica para estigmatizar el uso y posesión de armas nucleares y avanzar hacia un instrumento legal vinculante, pese al rechazo de los estados nucleares y aliados.
Escenarios de riesgo:
Etiopía: El país está sufriendo la peor crisis política y social de los últimos años, con una oleada de protestas contra el régimen que han sido reprimidas con extrema dureza y que han causado centenares de víctimas mortales durante el último año. Las graves protestas ponen de manifiesto la fragilidad del contrato social entre las élites y la población del país, descontenta con años de corrupción, con un sistema político autoritario, por la exclusión de amplios franjas de población del supuesto milagro económico etíope, por lo que el decreto de estado de emergencia hace prever un agravamiento de la situación.
Libia: Durante 2016 las dificultades para implementar el acuerdo de Skhirat confirmaron la fragilidad del pacto y pusieron en evidencia los múltiples retos de Libia, que podrían derivar en un agravamiento de la situación en 2017. Entre ellos, una persistente polarización política, un panorama de seguridad caracterizado por un activo abanico de actores armados, una aproximación internacional condicionada por prioridades a menudo disonantes, y una situación de deterioro económico, humanitario y crónicas violaciones a los derechos humanos.
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Nigeria: La proliferación de tensiones políticas, movimientos armados y de la violencia intercomunitaria en varias regiones del país (norte, centro y sur) está generando una situación de grave deterioro de la seguridad en Nigeria que amenaza su estabilidad. El papel de las fuerzas de seguridad en la represión de grupos y comunidades opositoras y disidentes, ha sido un factor que ha contribuido significativamente a detonar el estallido de la violencia en varios puntos del país, contribuyendo a la radicalización de diferentes movimientos.
Sudán del Sur: Un año después de la firma del Acuerdo de Paz, el futuro del proceso de paz se presenta más incierto y precario que nunca. El fracaso de la implementación de las cláusulas del acuerdo, las violaciones sistemáticas al alto el fuego, el incremento de la violencia contra la población civil y el colapso de facto del Gobierno de Transición, ponen de relieve los grandes retos que afronta el futuro inmediato del país.
Afganistán: El conflicto armado está fuertemente enquistado en el país quince años después de la invasión de EEUU y generando gravísimos impactos en la población civil afgana. Nuevas dinámicas en el conflicto, la incipiente presencia de ISIS y el agravamiento de la crisis de desplazamiento forzado dificultan que a corto o medio plazo pueda lograrse una salida negociada. La crisis política que atraviesa el Gobierno obstaculiza todavía más que la situación en el país pueda mejorar.
Filipinas (Abu Sayyaf): La proliferación y mayor coordinación de varios grupos islamistas en Mindanao; la posibilidad de que ISIS pueda estar extendiendo y consolidando su presencia en la isla como epicentro de sus actividades y proyecto en el Sudeste Asiático; y el incremento de las acciones armadas por parte de grupos que declaran su sintonía e incluso pertenencia a ISIS, como Abu Sayyaf o Estado Islámico de Lanao, podría suponer un incremento de la inseguridad en la región y afectar al proceso de paz con el MILF.
Turquía: El fracaso del proceso de paz y la intensificación del conflicto en los planos bélico, político-social y regional, así como un escenario general en Turquía más complejo –marcado por los retos y consecuencias del intento fallido del golpe de Estado de 2016– apuntan a un deterioro en la situación de la cuestión kurda, de mayor violencia y militarización y de brecha entre el Estado y el movimiento kurdo.
Israel-Palestina: El 50º aniversario de la ocupación israelí de Gaza y Cisjordania puede convertirse en un marco favorable para nuevas tensiones y violencia, teniendo en cuenta la ultra-derechización del Gobierno israelí, las señales de creciente frustración en la población palestina con la ocupación y con el liderazgo político palestino, y las escasas expectativas de que iniciativas internacionales reactiven el proceso de paz, en un clima de escepticismo sobre la viabilidad de la fórmula de dos Estados.
Corte Penal Internacional: La Corte Penal Internacional, que afronta numerosos retos, presiones y críticas, ha sido acusada de poner un excesivo énfasis en los casos africanos y, a finales de 2016 se enfrenta a uno de los principales retos desde el inicio de su andadura: tres países africanos, Sudáfrica, Burundi y Gambia, han anunciado su retirada de la Corte. La culminación de esta decisión y su efecto dominó puede suponer un debilitamiento de la institución y un retroceso en términos de protección de los derechos humanos.
Siria: La guerra de Siria se ha caracterizado por brutales niveles de violencia contra la población civil y sistemáticas violaciones a los derechos humanos y del derecho internacional humanitario, en un contexto de total impunidad y ante la impasibilidad de la comunidad internacional. Aunque no es el único caso, Siria también está sentando un simbólico y peligroso precedente y ha expuesto las debilidades del marco internacional para la protección de civiles en conflictos armados.