. . DESAROLLO SUSTENTABLE . .
Un artículo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
El número de personas hambrientas en el mundo se ha reducido a 795 millones (216 millones menos que en 1990-92 ), lo que supone casi una persona de cada nueve, según datos de la última edición del informe anual sobre el hambre de la ONU (El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2015 – SOFI, por sus siglas en inglés).
Una campesina de Gambia muestra una mata seca de arroz a causa de la sequía
El número de personas hambrientas en el mundo se ha reducido a 795 millones (216 millones menos que en 1990-92 ), lo que supone casi una persona de cada nueve, según datos de la última edición del informe anual sobre el hambre de la ONU (El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2015 – SOFI, por sus siglas en inglés).
En las regiones en desarrollo, la prevalencia de la subalimentación, -que mide el porcentaje de personas que no pueden consumir alimentos suficientes para llevar una vida activa y saludable- se ha reducido al 12,9 por ciento de la población, respecto al 23,3 por ciento de hace un cuarto de siglo, según el SOFI 2015, publicado hoy por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
La mayoría de los países analizados por la FAO -72 de 129- han alcanzado la meta de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de reducir a la mitad la prevalencia de la subalimentación en 2015, mientras que las regiones en desarrollo en su conjunto no lo han alcanzado por un pequeño margen. Además, 29 países han cumplido el objetivo más ambicioso establecido en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación en 1996, cuando los gobiernos se comprometieron a reducir a la mitad la cifra absoluta de personas subalimentadas para 2015.
“El haber casi alcanzado las metas sobre el hambre de los ODM nos muestra que podemos realmente eliminar el flagelo del hambre en el curso de nuestras vidas. Debemos ser la generación del Hambre Cero. Ese objetivo debe integrarse en todas las intervenciones públicas y en el centro de la nueva agenda de desarrollo sostenible que se establecerá este año”, afirmó el Director General de la FAO, José Graziano da Silva.
“Si realmente queremos crear un mundo libre de la pobreza y el hambre, debemos dar prioridad a invertir en las zonas rurales de los países en desarrollo, donde viven la mayor parte de las personas más pobres y hambrientas del mundo”, señaló por su parte el Presidente del FIDA, Kanayo F. Nwanze . “Tenemos que trabajar -añadió- para transformar nuestras comunidades rurales y que ofrezcan puestos de trabajo dignos, con condiciones y oportunidades decentes. Tenemos que invertir en las zonas rurales para que nuestras naciones puedan tener un crecimiento equilibrado y que los tres mil millones de personas que viven en las zonas rurales puedan desarrollar su potencial”.
“Hombres, mujeres y niños necesitan cada día alimentos nutritivos para tener la posibilidad de un futuro libre y próspero. Un cuerpo y una mente sanos son fundamentales para el crecimiento individual y económico, y ese crecimiento debe ser inclusivo para que convirtamos el hambre en algo del pasado”, afirmó a su vez la Directora Ejecutiva del PMA, Ertharin Cousin.
El progreso hacia el logro total de los objetivos de seguridad alimentaria de 2015 se ha visto obstaculizado en los últimos años por las dificultades económicas a nivel mundial.
Los fenómenos meteorológicos extremos, los desastres naturales, la inestabilidad política y los conflictos civiles han impedido el progreso: 24 países africanos se enfrentan actualmente a crisis alimentarias, el doble que en 1990; alrededor de una de cada cinco de las personas subalimentadas del mundo vive en contextos de crisis que se caracterizan por una débil gobernanza y una elevada vulnerabilidad a la muerte y la enfermedad.
El SOFI 2015 señala que durante los últimos 30 años las crisis han evolucionado desde eventos catastróficos graves, a corto plazo y de gran visibilidad a situaciones prolongadas, debido a una combinación de factores, especialmente desastres naturales y conflictos, agravados con frecuencia por el cambio climático, las crisis financieras y las fluctuaciones de precios.
Las tasas de hambre en los países que sufren de crisis prolongadas son más del triple que en otros lugares. En 2012 unos 366 millones de personas vivían en situaciones de este tipo -de las cuales 129 millones estaban subalimentadas-, lo que supone el 19 por ciento de todas las personas que padecen inseguridad alimentaria en el planeta.
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Can UN agencies help eradicate poverty in the world?
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Sin embargo, junto a estos retos, la población mundial ha aumentado en 1 900 millones desde 1990, con lo que la reducción del número de personas hambrientas es más significativa, dice el informe.
Las mayores reducciones del hambre se lograron en Asia oriental y hubo un progreso muy rápido en América Latina y el Caribe, el Sudeste asiático y Asia Central, así como en algunas zonas de África, demostrando que el crecimiento económico inclusivo, las inversiones agrícolas y la protección social -junto con la estabilidad política-, hacen posible la eliminación del hambre. Por encima de todo, el factor que ha impulsado este progreso ha sido la voluntad política para hacer de la erradicación del hambre un objetivo primordial de desarrollo.
África subsahariana es la región con la mayor prevalencia de subalimentación del mundo: el 23,2 por ciento, casi una de cada cuatro personas. Sin embargo, los países africanos que invirtieron más en la mejora de la productividad agrícola y en infraestructuras básicas, también alcanzaron sus metas de hambre de los ODM, en particular en África occidental.
La proporción de personas que padecen hambre en América Latina y el Caribe se ha reducido del 14,7 por ciento al 5,5 por ciento desde 1990, mientras que la proporción de niños con falta de peso (de menos de 5 años de edad) también se redujo notablemente. Este fuerte compromiso con la reducción del hambre se tradujo en importantes programas de protección social que -unidos a un sólido crecimiento económico- impulsaron los avances en todo el continente.
En Asia se observaron tendencias desiguales en diferentes regiones. Los países de Asia oriental y el Sudeste asiático han logrado la reducción constante y rápida de ambos indicadores de la malnutrición, impulsados por la inversión en infraestructuras hídricas y saneamiento, así como por perspectivas económicas favorables.
En Asia meridional, la prevalencia de la subalimentación ha disminuido ligeramente, al 15,7 desde el 23,9 por ciento, pero se ha conseguido un progreso mucho mayor en la reducción de la insuficiencia ponderal entre los niños pequeños.
En África del Norte se está cerca de conseguir erradicar la inseguridad alimentaria severa, con una prevalencia de la subalimentación por debajo del 5 por ciento, a la vez que la calidad de la dieta representa una creciente preocupación en la región, que ha experimentado un aumento de la prevalencia del sobrepeso y la obesidad.
En Asia occidental, donde las condiciones de higiene son en general satisfactorias y las tasas de insuficiencia ponderal en los niños son bajas, la incidencia del hambre se ha incrementado debido a la guerra, los conflictos civiles y sus secuelas de un elevado número de migrantes y refugiados en algunos países.
Si bien no existe una única solución válida sobre cómo mejorar la seguridad alimentaria, el informe SOFI describe varios factores que han jugado un papel destacado para alcanzar las metas en la lucha contra el hambre.
En primer lugar, la mejora de la productividad agrícola -especialmente por los pequeños campesinos y los agricultores familiares-, conduce a aumentos importantes en la reducción del hambre y la pobreza. Los países que lograron avances importantes en ese frente en África cumplieron con la meta del hambre de los ODM, mientras que los que tuvieron un progreso más lento no la alcanzaron.
En segundo lugar, mientras que el crecimiento económico es siempre beneficioso -sobre todo porque amplía la base de ingresos fiscales necesaria para financiar las transferencias sociales y otros programas de asistencia-, debe ser inclusivo para ayudar a reducir el hambre. El crecimiento inclusivo ofrece una vía de utilidad probada para que los tienen menos activos y habilidades incrementen sus ingresos, y les proporciona la resiliencia que necesitan para capear las crisis naturales y originadas por el hombre. El aumento de la productividad de la agricultura familiar es una forma efectiva para salir de la pobreza y el hambre.
En tercer lugar, la ampliación de la protección social -a menudo transferencias de efectivo a los hogares vulnerables, pero también bonos de comida, programas de seguro médico o de comidas escolares, vinculados a veces a contratos garantizados de compra con los agricultores locales- se reflejó en gran medida en el progreso en la reducción del hambre y en garantizar que todos los miembros de la sociedad contasen con una nutrición saludable para llevar una vida productiva.
Unos 150 millones de personas en todo el mundo no caen en la pobreza extrema gracias a la protección social, según el SOFI, pero más de dos tercios de los pobres del mundo todavía no tienen acceso a formas regulares y predecibles de asistencia social. Las transferencias ayudan a los familias a gestionar el riesgo y mitigar los impactos que de otro modo los mantendrían atrapados en la trampa de la pobreza y el hambre.
El informe completo de El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2015 está disponible en línea, aquí
(Gracias a Janet Hudgins, el reporter de este articulo.)